El oficio de poner nombre y de cuidar El patriarca José: silencio y escucha

El patriarca José: silencio y escucha
El patriarca José: silencio y escucha Jose Moreno Losada

Nominar de alguna manera es responsabilizarse, entrar en diálogo respetando lo propio del otro ser, religándose con esos seres sabiendo que tú no eres el fundamento, sino el compañero de camino que has de tener cuidados sobre él. Como hizo José...

VOLVIENDO AL PATRIARCA SAN JOSÉ (1 de Mayo)

(Patron del silencio y de la escucha)

Mateo 1,18-21.24a

“…Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor, que le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados». Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor."

Poner nombre, las cosas de Dios

La corresponsabilidad es transversal en la historia de la salvación y lo es desde los orígenes. No hay duda que el génesis confiesa y cree que Yahvé es el creador de todo y sin él no se ha hecho nada, pero también tiene claro desde los comienzos que este quehacer divino está llamando continuamente a la colaboración, a la cocreación, y que eso pasa por gestos tan importantes como poner nombre a las criaturas, entre las mismas criaturas. El hombre ha de hacerse corresponsable de Dios nominando la realidad y sabiendo que ese poder se lo da el que es el fundamento de todo.  Es bello tenerlo en cuenta en la lectura de este pasaje sobre José, donde se no puede escapar el detalle de la misión de José: “y tú le pondrás por nombre Jesús”.

Un taller sobre la escucha

El tema de convocatoria para el taller tenía sentir evangélico: “El que tango oídos que oiga”. Queríamos centrarnos en el tema de la escucha como un elemento más en el proceso que estamos llevando durante estos tres años acerca de la cultura del cuidado como elemento transversal de nuestra vivencia evangélica de la profesión en el contexto actual.

Entre los participantes estaban Miguel y Karina, oriundos de Perú, pero que ya llevan años de formación y profesionales en España, él en el campo de la lengua y los idiomas, ella en medicina para mayores. Ahora están viviendo un momento sagrado y único, aguardan a su primer hijo, muy buscado y deseado, no ha sido tarea fácil. Bromeamos con la elección del nombre, yo les aseguro un buen padrinazgo y colaboración si aceptan llamarle “Pepe”, pero ellos se resisten al chantaje económico y emocional. No sé cómo le llamarán, pero tendrán que elegir su nombre. Nos reímos contando las costumbres culturales, hoy ya declinadas, de la forma de elegir los nombres y las influencias de las suegras, etc… aunque no han puesto nada en la procreación de los que llegan. Sea como sea, dado el tema del que venimos hablando de la escucha, comparten cómo ellos están silenciosos escuchando a este hijo que está en el seno maternal de Karina, de sentirlo como un miembro más del cuerpo de la madre, a ir descubriendo con sus movimientos y signos esa realidad nueva que va tomando su forma, su ser, su espíritu…No sabemos el nombre, pero si sentimos su ser, su realidad única y amada. La alegría profunda que provoca, la preparación de los que lo esperan. Comenta la madre que cuando llegue va a ser un experimentado en la escucha de los mayores, porque es lo que ella hace cada día en su profesión con sus pacientes.

La conclusión del taller fue muy singular, al menos así la entendía yo, porque descubríamos como tesis casi final que escuchar es “vivirse” y “vivirnos”. Es una cuestión de vida, sólo desde la escucha profunda nos adentramos en las claves de un vivir integral, pleno, que además tiene mucho que ver con el silencio sereno y contemplativo. En el fondo es la actitud fundamental que están desarrollando estos esposos ante la paternidad que experimentan. Llevar esa dimensión existencial a toda la vida es muy humano.

Qué misterio de relación tan auténtico entre la voz del no nacido y el deseo de vivir y escuchar la vida. Vivir es acoger la vida que se hace llamada, invitación, grito, silencio… Nos toca seguir avanzando en el tema de la “cultura de la cuidadanía”.

José y Dios, silencio y escucha

¿Quién escucha a quién entre Dios y José ? Consideremos que se trata de una escucha y un silencio mutuo. Por una parte, Dios que se encuentra con un José desorientado ante lo que le ocurre con María y el misterio de su embarazo, lo imagino escuchando su grito, su pregunta, su desnortamiento. Un Dios callado ante la dignidad de este joven judío sencillo que busca respuesta y sólo encuentra misterio, sin saber qué hacer ni a donde ir, pero sin perder el sentido de su amor que es verdadero.

Tras el silencio divino, su intervención en ese ámbito de intimidad que es el sueño, donde parece que te hablas tú a ti mismo y, sin embargo, habla lo más profundo de ti que es la alteridad de otro ser que sobrepasa, a la vez que se hace sencillo y necesitado. Entiendo a un José que se pone a la escucha activa de una joven sencilla, María. Ella misma se descubre ante un misterio que también le sobrepasa y la adentra en un silencio de contemplación, donde va pasando del extrañamiento y la desorientación, a la obediencia del ser que se ha engendrado dentro de ella y que ya la necesita para ser y vivir. Y, José, pensando en esa criatura que sin ser suya, le posee y le pide su protección y cobijo, poniéndose en sus manos para que él mismo le ponga nombre sin límites, solo orientado por la bondad salvífica de un Dios lleno de misericordia y de compasión, que calla y habla desde el otro que te necesita.

Obedecer al ángel del otro que es sencillo y débil, fiándote de él por encima de tus proyectos y seguridades, ese es el salto de la fe, del hombre justo y creyente. Y así hace José, no hay más ángel que el de la realidad que te habla al corazón y te grita que necesita tus brazos, tu fuerza, tu corazón, tu vida, tu casa, tu pueblo, tu tierra… aunque sea en la pobreza de Belén y en la intemperie de un pesebre. En este buen judío se unió el silencio y la escucha propia de Dios y ante Él. Silencio y escucha, se fundieron en una obediencia al ángel de los cuidados y la ternura.

Nuestros padres, su silencio y escucha.

Hoy, es un día de celebración para soñar despiertos en la propia vivencia de aquellos que han escuchado nuestro grito y han sido nuestros protectores, cuidadores, compañeros, servidores, desde el silencio y la escucha pura, no por ser mejores o fuertes, sino por ser sencillos y humanos. Oremos desde la paternidad sin más adjetivos y agradezcamos el nombre que nos pusieron nuestros padres sencillos y trabajadores.

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