In memoriam Orlando Martín, sacerdote casado argentino La pasión de Orlando (1936-2023)

"El obispo sea irreprochable, casado una sola vez, casto, dueño de sí, de buenos modales, que acoja fácilmente en su casa y con capacidad para enseñar. No debe ser bebedor ni peleador, sino indulgente, amigo de la paz y desprendido del dinero. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos obedientes y bien criados. Pues si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá guiar a la asamblea de Dios?” (Primera Carta a Timoteo, 3, 1 – 16)

"Había terminado el año anterior el Concilio. Así que era muy fuerte la corriente que uno estaba bebiendo, muy fuerte"

"Fue un momento luminoso y al mismo tiempo muy doloroso porque yo sabía que Orlando quería a su sacerdocio más que nada y yo lo quería como amigo pero me di cuenta que como amigos no íbamos a poder seguir"

"En el año 69, Monseñor Jerónimo Podestá va a San Juan, y Orlando estaba, y yo también, con el tema de la Humanae vitae, de la encíclica Humanae vitae... éso dio pie a que un día nos encontráramos, Jerónimo, Clelia, un grupo de gente"

"A Bergoglio sí lo conocimos en Buenos Aires. Alguna reunión he tenido con él por asuntos educativos. Orlando sí lo conoció más; en dos o tres momentos dieron charlas juntos sobre todo sobre el documento de Aparecida"

Orlando Martin

El pasado 17 de noviembre 2023 partió a la Casa del Padre, Orlando Martín, sacerdote casado argentino; uno de los fundadores de la Federación Latinoamericana de sacerdotes casados, quien siempre fue líder en la búsqueda del reconocimiento del matrimonio opcional para los presbíteros católicos junto a su esposa Encarnación Madrid, conocida en la Federación como “Chiqui”. Ella continúa su legado, su lucha.

Orlando cumplió con las características que san Pablo reclama para los ministros sagrados: “Es necesario, pues, que el obispo sea irreprochable, casado una sola vez, casto, dueño de sí, de buenos modales, que acoja fácilmente en su casa y con capacidad para enseñar. No debe ser bebedor ni peleador, sino indulgente, amigo de la paz y desprendido del dinero. Que sepa gobernar su propia casa y mantener a sus hijos obedientes y bien criados. Pues si no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo podrá guiar a la asamblea de Dios?” (Primera Carta a Timoteo, 3, 1 – 16).

Chiqui y Orlando 1 abril 2021

Hasta la última semana de vida terrena, Orlando participó con su esposa de las reuniones virtuales de la Federación y ella nos mantenía informados siempre sobre su estado de salud. En la oración se vivió en su familia y en la familia de la Federación la pascua de Orlando.

Los amores de Eloísa y Abelardo de Jean Vignaud 1819

Su historia recuerda la de tantos religiosos que a lo largo de la historia de la Iglesia descubrieron y vivieron la doble vocación al sacerdocio ministerial y al matrimonio. La más famosa de todas, la de Abelardo y Eloísa en los albores del siglo XII. Historia que quedó registrada en el epistolario conocido como Historia calamitatum mearum.[1]

Como homenaje a Orlando, presentamos el testimonio de su esposa, del 17 de febrero 2024, a propósito del inicio de su historia de amor.

Orlando y Chiqui con sus hijos

Hola Chiqui, muchas gracias por esta entrevista para Religión digital. Primero, recuérdame tu nombre y apellido, también los de Orlando, por favor.

El nombre completo de Orlando era Orlando Rafael Martín Noguera. Mi nombre completo es Encarnación María Madrid Gómez. Orlando nació el 27 de agosto de 1936 y partió para la casa del padre el 17 de noviembre de 2023 con sus 87 años cumplidos y vividos en fe. Nos casamos por civil el 23 de abril de 1973 y cuando llegó la tramitación de la pedida de dispensa que la pidió antes pero se la cajonearon y la tuvo que volver a gestionar, fue el 11 de julio de 1997 después de casi 25 años (que llegó la dispensa). Tenemos cinco hijos, cinco maravillosos hijos que Dios nos bendijo con ellos: la mayor se llama María Edith y es médica y tiene 49 años la segunda se llama Celia Inés y es licenciada en educación y hoy justamente está cumpliendo sus 45, la tercera es Ana Laura y es ingeniera civil y tiene 43, la cuarta es Natalia de la Paz es doctorada en agronomía y tiene 40 y el quinto es Juan Andrés que es diseñador industrial y tiene 37.

Nuestros nietos son siete. De la mayor, Miguel, que tiene 13 años. De Celia, Inés. Milena, con 15, y Facundo, con 12. De Ana, Laura. Guadalupe, con 10 y Manu, con 7; de Natalia 2 también Tomás con 10 y Ema con 7. Juanchi no tiene hijos, Juan Andrés no tiene hijos, sí tiene pareja, pero no tiene hijos. Y los demás, todos están casados en primeras nupcias y gracias a Dios mantienen su primer matrimonio, hasta ahora todos.

No sé si dar tantos nombres no aburre, pero mis yernos son Diego de Celia Inés. Esposo de Ana Laura es Mario Vásquez Palligues, de Natalia de la Paz es Grant Ruttmann y de la mayor, me la olvidé, ¿no? Bartoli, que me parece que me olvidé, de María es Carla Bartoli, y ya está, y de Juanchi, de su pareja, es Valeria Bochino, Valeria…

Primera representación de Abelardo y Eloisa siglo 14

Cómo conociste a Orlando, cuándo nació el amor entre ustedes Cuéntanos, un poco, de esa historia de amor

¿Cómo nos conocimos con Orlando? Fue muy gracioso porque nos conocimos en un campamento de jóvenes. Él venía recién ordenado pero volvía a Buenos Aires.

El campamento se desarrollaba en un lugar muy tranquilo y en un pueblo muy alejado de San Juan, muy cercano a la cordillera. Estábamos varones y mujeres y estábamos en un fogón en la nochecita y apareció un escorpión entre las sillas y todo el mundo se levantaba de la silla y salía disparando y yo lo miré al escorpión y le pegué un pisotón. Y Orlando, que me vio en ese momento, y yo a él dijo,

-ah. Qué carácter, o algo así.

Terminó el campamento, él se volvió a Buenos Aires, yo a mi trabajo.

En ese momento era maestra y catequista y no supe más de él como hasta dos o tres años después que ya volvió a San Juan con la licenciatura en teología y entonces ya para quedarse. Yo ahí ya había hecho un curso de especialización en catequesis en Chile, en el ICLA de Chile, en el primer año de funcionamiento del ICLA en Santiago de Chile, que fue donde comenzó a funcionar. Después se llevó a Medellín, pero el primer año fue en Santiago de Chile. Fue cuando se creó el CELAM; estoy hablando del año 1964.

En el 66 hice el curso de Catequista para América Latina y fue un hermosísimo curso, hermosísimo; realmente me cambió la vida y me cambió sobre todo la cosmovisión y la comprensión de la iglesia, porque estaba con todo el empuje del Concilio Vaticano II. Había terminado el año anterior el concilio. Así que era muy fuerte la corriente que uno estaba bebiendo, muy fuerte.

Después de dos años o tres, de paréntesis, nos volvimos a encontrar en el Instituto de Catequesis de San Juan, que yo era secretaria, y él fue a dar la asignatura a Cristología, año 1969.

No, no pasaba nada, fuimos amigos, empezamos a trabajar juntos en educación de adultos, por un año y medio o más.

Él empezó como maestro conmigo en una villa de emergencia, trabajamos bastante y después lo nombraron supervisor de una gran zona en San Juan, una gran zona campesina en San Juan y de agricultura y de gente que no había terminado la primaria y todo lo demás. Yo seguía trabajando en la misma villa de emergencia en la que empezamos a trabajar.

Trabajábamos juntos en distintos horarios y no nos veíamos todos los días, pero sabíamos que uno podía confiar en el otro como amigo; fuimos muy buenos amigos antes de darnos cuenta que después esa amistad pasó a ser amor. Muy buenos amigos.

1 abril 2021 reunión virtual Federacion

Se crea el CELAM y desde el CELAM se genera el curso con un excelente cuerpo de profesores y fuimos seleccionados unos 60 latinoamericanos. Había gente de todos los países; yo me hice muy amiga de dos peruanas, de tres brasileros. Bueno, de gente muy macanuda. De paraguayos. Compartíamos todos los días las clases y había que trabajar en serio.

Cuando nos dimos cuenta, habíamos ido a un congreso de sociología y política. Yo había ido como delegada de la escuela y él había ido por su parte, no sé, para una Semana Santa.

En ese congreso había mucha gente que estaba en la línea conciliar, laicos, algunos curas, pero sobre todo laicos y gente que estaba inquieta por la vida y por lo que el Concilio de la Iglesia decía.

Mar del Plata es una ciudad balnearia en la provincia de Buenos Aires, muy linda y muy famosa.

Y yo me había ido a la misa de la catedral, a la misa de Pascua, y él fue también a buscar, me buscó entre la gente, porque yo había llegado con dos amigas y estaba bastante adelante y él, bueno, no sé con quién fue, con dos muchachos me parece que fue.

Bueno, nos encontramos ahí y en el momento del Padre Nuestro, cuando él me dio la mano y nos miramos a los ojos, fue como una corriente así muy clara de que lo que nosotros sentíamos ya no era amistad.

Fue un momento luminoso y al mismo tiempo muy doloroso porque yo sabía que Orlando quería a su sacerdocio más que nada y yo lo quería como amigo pero me di cuenta que como amigos no íbamos a poder seguir.

Así que, bueno, esa noche ninguno le dijo nada al otro.

Pero al día siguiente terminó el congreso y hubo que viajar y él se quedaba en Buenos Aires y yo me iba a mi casa y en la despedida le dije, mira, yo quiero ser honesta con vos, anoche me di cuenta que la amistad que tenemos ya no es amistad.

Yo no puedo seguir siendo amiga tuya y no te quiero...

Quiero que nos separemos porque vos tenés que seguir tu camino y yo seguiré el mío buscando que...

Y así fue, me fui, me fui llorando no sé cuántas horas lloré en el colectivo y...

Y nada, él se quedó en Buenos Aires porque tenía cosas para hacer.

Eso era año 69, me parece.

5 octubre 2023 seis semanas antes de la muerte de Orlando

Después de eso, del año 69, en el 70 él se quedó en Buenos Aires porque estaba terminando y empezando otra licenciatura. Yo seguí en San Juan trabajando como docente y en la catequesis.

En el 71 hay un curso del CEPLANDEC que también dependía del CELAM y que era para la planificación (pastoral) de América Latina, digamos, para planificar la iglesia de manera coherente, bueno, para llevar adelante todo lo del Concilio.

En el 71 él y yo mandamos los dos las planillas de inscripción; a él lo aceptaron para el año 72 y a mí no. Así que se fue a Chile con otra amiga mía y yo me quedé en San Juan. Pero los dos teníamos muy claro que la distancia era lo único que podía sostener el celibato y nada más, porque en ninguno de los dos pensó nunca en haber algo, tener una doble vida o cosas por el estilo, no.

Siempre hemos sido de afrontar las cosas.

Bueno, se fue a Chile, estuvo todo el año 72 en Chile. Hubo cartas muy hermosas que iban y venían; pero siempre apostando a la fidelidad, a los principios y a ser fieles a lo que la iglesia le pedía a él. Y yo le decía simplemente, por carta sí, pero no te quiero ver porque yo me conozco; no quería verlo para mí,… era mucho más doloroso. Verlo sin tocarlo, sin besarlo, sin poder expresar el cariño que uno le tenía.

Así que bueno, así fue todo el año 71 y 72.

Finales del 72 cuando él termina el curso en Chile, va a San Juan, Santiago de Chile y San Juan están muy cerca, cruza la cordillera y estamos ahí, muy cerca. Por Mendoza es un camino precioso.

Y me dice que quería hablar conmigo finales del 72, pero que él se iba a Buenos Aires, consiguió trabajo en Buenos Aires en una editorial y me pide si yo puedo viajar a Buenos Aires porque él necesitaba hablar conmigo lejos de su familia y de la mía.

Y viajé, viajé a Buenos Aires. Dos días estuve en Buenos Aires para despedirnos. Y otra vez una despedida así muy dolorosa porque él estaba confundido, porque él no sabía qué quería hacer, porque él me pedía más tiempo y yo le dije no, en ésto no hay más tiempo.

¡Acá ya está, Orlando, se acabó! , yo te quiero mucho, vos me querés, pero más tiempo no porque va a seguir siendo el mismo dolor y yo no quiero seguir sufriendo.

Yo creo que yo puedo tener, yo pienso que tengo que formar una familia y hay otras personas que se han acercado y que yo los conozco y que sé que son buenas personas, pero bueno, como amigos por ahora. No quiero más. Y me fui. Y él se quedó. Eso era enero.

Empezó a mandar cartas, telegramas.

No había teléfono.

En mi casa no había teléfono, en mi casa paterna. Yo tenía el teléfono de un tío que vivía relativamente cerca. Y él entonces lo llamó a mi tío y le dijo que iba a viajar a San Juan, que por favor le contestara las cartas o los telegramas, porque me había hecho montones de cartas y telegramas.

No contesté ni uno.

Y un día de febrero, se apareció en mi casa.

Y me dijo, bueno, tengo claro todo, Quiero que caminemos juntos por la vida. Quiero que seas mi esposa.

En aquel tiempo decíamos la reducción al estado laical, que para mí era un terrible problema.

Voy a ir a hablar con el obispo.

Bueno, arregla todas las cosas y después vemos, le dije yo.

Muerta de amor por él, la verdad que lo amaba desde lo más profundo de mi ser.

Tengo la carta que él le dirigió al obispo. El obispo en aquel momento era Ildefonso Maria Sansierra Robla, un franciscano, que le negó, por supuesto, hacerle el trámite, le dijo que de ninguna manera él no iba a comenzar ningún trámite de reducción de nada, porque eso era pasajero y que se tomara el tiempo que necesitara.

Y bueno, esa fue la respuesta.

En el entretanto, se me han pasado un montón de cosas en esta narrativa…

Clelia y Jeronimo

En el año 69, Monseñor Jerónimo Podestá va a San Juan, y Orlando estaba, y yo también, con el tema de la Humanae vitae, de la encíclica Humanae vitae que fue tan... tan cuestionada y qué sé yo. Pero éso dio pie a que un día nos encontráramos, Jerónimo, Clelia, un grupo de gente.

Ellos todavía no eran pareja, yo creo que ya estaban enamorados, pero no lo habían dicho. Y al poco tiempo sí dijeron que estaban, que afrontaban todo y que le pedían la renuncia a él como obispo.

Él dijo que no iba a pedir ningún tipo de nada, de reducción, ni iba a hacer ningún papel porque él amaba a la mujer que tenía a su lado, que era Clelia, y bueno, y con ella iba iban a luchar.

Y ahí hay, para todo eso, hay un libro que Clelia escribió, “Mi nombre es Clelia”, con toda la lucha del Vaticano. Está en internet, se puede ver, Clelia Luro… Es impresionante la lucha que dio Clelia; acompañada de Jerónimo, pero era ella la que iba enfrentando las cosas.

Ella tomaba la delantera.

Después yo perdí el contacto con Clelia por dos años, por un año y medio.

Sí, dos años.

Dos años largos.

Porque...

Ellos volvieron a Buenos Aires, yo no me quedé con direcciones ni con nada, así que no. Pero ahí los conocí y fue un hermoso encuentro ese.

Cuando nosotros ya vinimos casados de San Juan a Buenos Aires, inmediatamente nos pusimos en contacto con ellos. Y conocimos, bueno, todas las peripecias y conocimos las peripecias que después tuvieron que sufrir cuando estuvieron expatriados, cuando tuvieron que irse a Perú.

Bueno, eso es otra historia.

Eso es otra historia…

Cartas de Jernimo Podesta y Clelia

Teníamos muy claro que este amor que había nacido entre nosotros, ninguno de los dos lo habíamos buscado; que fue realmente un sentimiento y un movimiento, lo sentíamos de Dios.

Y yo le decía hablando, Dios no quiere que nosotros seamos infelices. Pero yo, si vos decidís seguir siendo sacerdote en los tiempos que corrían, 52 años atrás, yo no te veo más; no nos veamos porque para mí era insostenible una situación.

Bueno… teníamos una gran exigencia para nosotros mismos, grande; desde lo mental; desde lo físico queríamos ser fieles de verdad al Señor.

Y creo que hemos sido fieles porque hemos seguido en el proceso de maduración de nuestro amor en el matrimonio. Lo más fielmente que hemos podido y con bastante dolor, a veces con bastante dolor.

La familia de Orlando, por supuesto, no aceptó, una vez que lo habló, no aceptó la situación. En fin.

La mía fue más flexible, a pesar de que mi papá, que era un hombre muy recto y rígido y que era practicante de la Iglesia…       

Finalmente se fue en febrero del 73, volvió a Buenos Aires, yo me quedé en San Juan.

En marzo empezó todos los trámites. Marzo del 73 terminó el profesorado de filosofía y pedagogía en un instituto terciario y se inscribió en la universidad para hacer psicología y cuando terminó todavía tengo el telegrama que envió diciéndome terminé el profesorado ya podemos.

Y vino a San Juan nuevamente esta vez para casarnos.

Ya por el civil no por la Iglesia porque estaba acajoneado su dispensa.

Nos casamos el 23 de abril del 73 por civil, de acuerdo a las leyes argentinas. Era lunes.

El domingo habíamos invitado a unos, a los íntimos amigos que teníamos, que eran bastantes, a una misa a las 8 de la noche, que para nosotros fue, y para los amigos también, que estuvieron allí, dos de mis hermanos, mi papá, mi mamá, fue nuestro casamiento por la iglesia. Así fue.

Sin darnos el sacramento, pero como el sacramento es el amor que existe entre los contrayentes ¿No?

Y los demás son testigos.

Bueno.

Eso fue lo que hicimos como signo porque no podíamos hacer otra cosa. Además había que irse de la provincia, no podíamos. Le pidieron a Orlando que nos fuéramos. Nos íbamos a ir de cualquier manera, porque él ya estaba inscrito en la universidad para hacer psicología y yo había averiguado también en la Universidad de Buenos Aires para hacer Servicio social, que lo comenzamos.

Nosotros llegamos el 24 de abril a Buenos Aires y en la primera semana de mayo estábamos cursando los dos en Psicología en una universidad privada que le reconocía bastantes materias y yo en Servicio social en la Universidad de Buenos Aires.

Y empezamos a caminar juntos. Y fue una experiencia que nos permitió crecer juntos, que tuvo muchas crisis.

Pero nos salvó la mano de Dios, el amor y creo que la honestidad que teníamos para con el otro. Jamás una mentira, jamás un decir las cosas con maldad, a veces eran discusiones ríspidas, pero decíamos las cosas frontalmente, siempre frontalmente y éso fue maravilloso porque nos permitió crecer mucho.

Había que romper muchos, muchos moldes de Patriarcalismo, de machismo, de conservadurismo que cada uno tenía. Bueno, no fue fácil, pero fue una excelente vida la que fuimos haciendo juntos con la gracia de Dios.

Nosotros cada noche decíamos, bueno, estamos juntos. Dios nos sostiene en sus manos. Y era así, lo sentíamos así.

Del cardenal arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio, qué recuerdas.

A Bergoglio sí lo conocimos en Buenos Aires. Alguna reunión he tenido con él por asuntos educativos. Yo era supervisora y él, como arzobispo, tenía celebraciones de misas con los cuerpos directivos, con las escuelas y, por tanto, también con los supervisores que asistíamos.

Orlando sí lo conoció más; en dos o tres momentos dieron charlas juntos sobre todo sobre el documento de Aparecida y también en las charlas en los Congresos arquidiocesanos de catequesis ahí trabajábamos los dos pero él tuvo una o dos reuniones con Bergoglio. No intimamos ni fuimos amigos, así fue de frecuentarlo a Bergoglio, pero sí lo conocíamos por supuesto.

Tumba de Abelardo y Eloisa _Pere Lachaise_Paris

[1] Cartas de Abelardo y Eloísa – Historia calamitatum, estudio preliminar, traducción y notas de Pedro Santidrián y Manuela Astruga, ed. Olañeta, Palma de Mallorca (1982); más asequible en Libro de Bolsillo, Alianza Editorial (1983).

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